Tengo conmigo esta edición de Vox horrísona. El primer libro que robé en Lima en la librería el Virrey en 1987.

Creo que no he vuelto a robar otro libro en mi vida, al contrario, me dediqué ociosa a publicar como revancha a mi precaria necesidad de libros. En psicología barata sería algo así como una compensación que quedó satisfecha en ese acto único.

En la casa en que había nacido había más libros en chino que en castellano y nunca los pude leer, porque no leo en chino. Muchos de ellos estaban escritos a mano, con tinta y podía imaginarme a los escritores dedicados a no chorrear nada fuera del papel, esa misma sensación me daban los dibujos hechos por nuestro queridísimo Luis Hernández.

Luchito H, campeón de peso pluma, fue quizás el más chino de los poetas, sin querer queriendo. Su estética, taoísta por su profunda necesidad de pasar desapercibida, fue la que me arrebató hacia las cumbres más altas de éxtasis místico en una lectura.  Mucho más que los poetas españoles obligados a leer en la secundaria de Chepén. La verdad en aquellos años, lo que menos quería era que me identificaran con el cholo Vallejo, porque Trujillo estaba demasiado cerca. Y porque todos los golpes que nos obligaban a sentir en la escuela, golpes de pobreza de los compañeros y de la ignorancia y olvido en que vivíamos dolían demasiado.

Lucho H, confiesa sin temores por primera vez que se sentía solo, como yo, con su música y su amor irracional. Gracias a él, conseguí un 1, que es como un 20 en mi primer trabajo sobre poesía romance en un curso de Literatura en la universidad de Stuttgart. Alemania en 1990.

Vox horrísona fue muchos años mi compañero de derrotas. DE la más grande en Alemania, luego en Argentina. Allí tuve el morbo de ir a conocer Santos Lugares, digo Morbo, porque mi visita no fue luminosa, ni informativa, ni de penitencia o fervor literario. MI visita era pisar el lugar de donde se supone él había cumplido su acto de voluntad más grande. Aun quedaron dudas si realmente decidió tirarse a los rieles o no, qué pasó en esos momentos, fue el acertijo que me impulsó a investigar posteriormente más en su vida que en su poesía. Pero repito su poesía fluía sin ninguna intención de posicionarse, de poder político o de sabelotodo erudito, su poesía era el testimonio de una inmensa sensibilidad hacia lo precario, lo pequeño, lo que casi no se sabe escuchar, su poesía era el oído afinado de esa nota o ese color que creemos que no existe.  Aceptar que no quería continuar más en este mundo, fue el acto que lo hizo mi compañero durante años. Por eso digo Morbo, porque alimenté esa visión hasta detenerme cerca a la estación de tren, donde se supone Lucho cumplió la idea de que la vida efímera compañera del camino se podía dejar en un lugar tan especial como Santos Lugares. En una tierra que no era la suya, porque lo que más significa es esa melodía que se eleva sobre las construcciones nacionalistas y limítrofes desde la política de la palabra. Luchito H. pensaba en cualquier idioma y pertenecía a todos los lugares santos, donde uno deja de ser humano y se vuelve palabra que no dolía sino comprendía el dolor.

Había leído un artículo que escribiera Alfredo Vanini para una de las publicaciones de Tse tse, Tse Tse; fue una publicación periódica realizada con mucho cuidado por Reynaldo Jiménez sobre análisis poético, poesía de la buena, Reynaldo nunca olvidaba a la literatura peruana. Alfredo atrevido, fue otro de los necesitados de información real sobre la vida de Lucho, en lugar de contentarse con la sola poesía que había sido compilada en Vox Horrísona, también hurgó en el universo vivencial del autor.

Esta noche es un honor estar en esta mesa. Reconociendo y confesando abiertamente, esta devoción por un poeta que no se ha disminuido por su impermanencia, quizás no significó un aporte económico mayor a las casas editoriales o no tuvo la necesidad de dedicarse a nombrar los ascos y vergüenzas políticas o territoriales que nos molestan tanto.

Lima fue su territorio, la playa la herradura, lugar que conocí y exploré gracias a él. Y esa música suave horrixona, que aún nos acompaña. Lucho fue el que nos empujó a buscar la frazadita y el agua quimérica de una Lima que se volvió un poco más habitable gracias a él, Lucho sugiere una Lima que aprendes a escuchar entre la soledad y el silencio.

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