Tadeo Palacios Valverde (Piura, 1994)

Abogado de profesión, ha defendido obreros, trabajado en un organismo regulador estatal y cursado una maestría de Literatura Hispanoamericana en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). En 2017 fue becario del programa «Arequipa Imaginada» del Ministerio de Cultura del Perú y su cuento «El legado» estuvo entre los ganadores del Concurso Nacional Nuestros Relatos, organizado en 2020 por la Presidencia del Consejo de Ministros y el Proyecto Especial Bicentenario de la Independencia del Perú. Actualmente, dirige el podcast literario Proyecto Machete y reparte sus intereses entre la literatura de la violencia política latinoamericana, la narrativa estadounidense de los siglos XX y XXI, y la cultura pop japonesa. Es dibujante aficionado y desde los diez sueña con ser mangaka.

UN VIAJE AL UNIVERSO DE TADEO

El primer libro que me marcó fue:

Un libro álbum de dinosaurios de la colección Mis Primeros Conocimientos (1961). Estaba lleno de ilustraciones en blanco, negro y rojo de monstruos trenzados en batallas interminables. Fue el primer libro que pude hojear por mi cuenta, cuando era niño, y creo que por eso me gustan mucho los álbumes, el manga y los bestiarios con criaturas imposibles, como las de Lovecraft o Junji Ito. Aún lo conservo.

Mi top 3 de libros este año 2021:

Los dos últimos años han sido durísimos. En medio de una crisis pandémica que no cesa y un proceso electoral turbulento en el que un sector de la política peruana desplegó una campaña desbordante de racismo, «terruqueo», violencia y clasismo, varias de mis lecturas acabaron alineándose a la coyuntura. Quiero mencionar Alegorías de la derrota de Idelber Avelar, Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez y Entre prójimos de Kimberly Theidon. Y añado dos bonus: Un libro largo de cuentos cortos de Etgar Keret y Oyasumi Pun Pun de Inio Asano. Cada uno, a su modo, me mantuvo en pie.

El libro que no terminé nunca.

Acostumbro a leer sobre la cama, un mueble o el asiento de un bus, por lo que, si me llego a quedar dormido, me pregunto si debo seguir pasando páginas. Me pasaba con cierto tipo de «autoficción ombliguista» a la que he abandonado sin culpa porque siento que redunda en clichés de un Perú que se agota al sur de la Javier Prado o que ya no existe (salvo en la cabeza de ciertos señorones). Pienso en La distancia que nos separa, por ejemplo.

El que cambió mi forma de entender la literatura.

Creo que si no hubiera sido por los ensayos de Bajtín no estaría tan convencido como ahora de que el lenguaje literario no es neutro, tampoco inocente. Las palabras pesan, salvan, transforman, hieren. Por eso son medios bellísimos de combate y también mecanismos de lucha. En esa tarea que tiene el escritor hacerse cargo de su voz y de lo escrito está puesta mi fe.

● El libro que más me decepcionó  –y el que más me sorprendió–:

Todavía no asimilo que el autor de Conversación en La Catedral o Historia de un deicidio sea el mismo que el de Cinco esquinas o Medio siglo sin Borges (ya ni hablar de su papel lamentable en las elecciones peruanas y sus declaraciones en las que ningunea a autorxs fuera de su círculo íntimo). Por otro lado, entre lo que más me ha sorprendido recientemente está El hombre hembra de Joanna Russ, un libro precioso y valiente a medio camino entre la ciencia ficción distópica y la teoría literaria.

● Tres escritoras y un escritor:

Flannery O’Connor, Susan Sontag, Ludmilla Petrushevskaia y Miguel Gutiérrez.

● El libro que me hubiera gustado escribir:

Estaría bien si queda entre Meridiano de sangre de McCarthy, Beloved de Toni Morrison, Cuentos de guerra sucia de Sergio Bufano o ese monumento que es La violencia del tiempo de Miguel Gutiérrez (imposible escoger solo uno).

● Mi pasión culpable literaria:

La pasión es subversiva e incapaz de ser racionalizada en el momento, algo así como un disparo de AK-47. Dudo de que haya pasiones culpables, aunque sí que tengo amigxs que sonríen cuando se enteran de que me gustan los dramas del tipo Fruit Basket, Lovely complex o Bokutachi no Remake.

● Mi mayor deuda literaria, ese que no leí y creo que debería:

Es imposible que antes de los 26 alguien lo hubiera leído todo. Eso me evita la ansiedad y trato de no obsesionarme con tachar listas. Seguro que pronto me llega el momento de leer En busca del tiempo perdido de Proust.

● Lo que estoy leyendo:

Desde el celular sigo varios mangas que están en publicación: Tokyo Revengers de Ken Wakui, Kaguya-sama de Aka Akasaka, Fumetsu no anata e de Yoshitoki Ōima… A la par, leo Melancolía de izquierda de Enzo Traverzo, Hija de sangre de Octavia E. Butler y ese conjunto de ensayos poderoso que es Crítica de la memoria de Nelly Richard, necesario para los tiempos de violencia y negacionismo que corren.

● La joya de mi biblioteca es:

Diría que son los libros de Pilar Dughi: La premeditación y el azar, Ave de la noche, La horda primitiva y Puñales escondidos, todos en sus primeras ediciones. Amo su trabajo.

● Mi rutina para escribir consiste en:

Escribo de noche en lo que tengo a mano: el smartphone o la pc. Cuando lo hago, escucho una de las playlist que hice mezclando trap, dreamsurf, vaporwave, citypop y una tonelada de cumbias piuranas. Lo demás es cabalgar sobre los botones y ver cómo la pólvora se enciende.

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