Constanza Gutiérrez
(Chile, 1990)

Ha publicado dos libros: la nouvelle Incompetentes en 2014 y el conjunto de cuentos Terriers, en 2017, con el que obtuvo el Premio Municipal de Santiago 2018 y fue finalista del Premio Iberoamericano de Cuento Gabriel García Márquez.

LIBROS PUBLICADOS CON NOSOTROS

La educación básica (Pesopluma, 2019) reúne nueve relatos y una nouvelle (Incompetentes) que reflexionan sobre aquello que implica crecer, hacerse adulto, y nos predispone a lo inesperado, a la sospecha de una tragedia inminente que incluso sin concretarse resulta perturbadora. Gutiérrez logra edificar un corpus fresco y punzante, una experiencia literaria divertida, sin pretensiones, pero que observa con agudeza la vida cotidiana.

UN VIAJE AL UNIVERSO DE CONSTANZA GUTIÉRREZ

El primer libro que me marcó fue:

Papelucho, un libro chileno para niños escrito por Marcela Paz a fines de los años cuarenta. Lo leí cuando tenía siete años y me encantó. Se trataba de un niño santiaguino que siempre andaba en la calle, sus papás no le hacían mucho caso, y escribía un diario de vida donde contaba sus cosas. Al final del primer libro (después Marcela Paz le escribió once libros más a ese personaje), decía que ese diario era real y había sido encontrado en un basurero. Mi hermano, que es siete años mayor que yo, me hizo pensar que él también se lo creía, y ahí se me ocurrió que yo también podía publicar un libro, porque Papelucho era un niño como yo, de mi edad. En adelante ni siquiera dudé: yo iba a publicar un libro un día, fin.

Mi top 3 de libros este año:

Recién es marzo, pero:

En primer lugar: Curvatura del ánimo, de Daniela Escobar. Después Crónica de mi familia, de Vasco Pratolini. Y luego, un cuento de Dino Buzzatti que leí el otro día y se llama «Las precauciones inútiles».

El libro que no terminé nunca.

Ah, un montón. Yo no me obligaría a nada que no quiera hacer, para eso está el resto de la gente con sus exigencias.

El que cambió mi forma de entender la literatura.

Ni idea. Supongo que todo lo que leas aporta para entender que en el papel se puede hacer lo que uno quiera.

● El libro que más me decepcionó  –y el que más me sorprendió–:

Jajaja me dan risa estas preguntas de «el que más» y «el que menos». Solo puedo responder lo que pienso hoy lunes 25 de marzo de 2019, ¿ah?  Recuerdo que una vez leí Bajo la misma estrella y me pareció muy gracioso, así que me sorprendió. Pensé que era un libro más estúpido, pero los personajes eran irónicos, al menos. Y el más decepcionante… no sé. Recuerdo que esperé con ansias el Harry Potter IV y estaba muy bueno, pero luego leí el V y no me gustó. No sé si haya sido culpa de J.K Rowling o de que yo pasé de tener once años a tener trece y ya me interesaban otras cosas, como la música pop.

● Tres escritoras y un escritor:

Clarice Lispector, Rosario Bléfari, Silvina Ocampo y Manuel Puig.

● El libro que me hubiera gustado escribir:

No quisiera haberlo escrito, porque me encantó leerlo y con eso me basta, pero me gusta mucho la idea que tuvo Mishima en El rumor del oleaje: un libro que solo se trate sobre la alegría, sobre lo bonito que es estar enamorado. Me gusta esa voluntad, quisiera escribir un libro alegre o que busque lo noble, el oro, no la miseria.

● Mi pasión culpable literaria:
No me da culpa pero recuerdo que, hace años, cuando leí Libertad, de Franzen, me pareció un buen libro. Y luego he oído que toda la gente respetable que conozco lo odia, así que me pregunto si yo estaré mal. Pero no me importa mucho realmente.

● Mi mayor deuda literaria, ese que no leí y creo que debería:

Supongo que debería leer a Proust, pero a qué hora.

● Lo que estoy leyendo:
Solenoide de Cartarescu y Yeah! Yeah! Yeah! de Bob Stanley.

● La joya de mi biblioteca es:

Lo he estado pensando y el único libro que me preocuparía conservar es la edición de Margarita, de Rubén Darío, que me dio mi mamá cuando tenía cuatro años, porque fue mi primer libro. Igual me sé ese poema de memoria desde que tenía esa edad, así que, si lo pierdo, podré sobrevivir.

● Mi rutina para escribir consiste en:
Intento poder hacerlo donde sea y como sea —si está el compu cerca, en el compu, sino lápiz y papel—, pero mi ideal es: de mañana, con un café, con todo lo que esté alrededor en orden. Mi cama hecha, por ejemplo. Si la cama está deshecha, nada.

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